Una Hoja Virtuosa
“Es muy virtuosa”, decía la otra noche un buen amigo boliviano, que, a causa de sus saberes, a ratos me recuerda a Lezama Lima. Le acompañé a comprar hoja de coca en un lugar bastante inverosímil: una glorieta donde paraba un grupo de taxistas que acullicaban coca alrededor del vendedor y de una animita milagrosa en la que ardían unas velas delante del retrato de un par de jóvenes muertos, se supone, de muerte violenta.
Virtuosa o no, para mucha gente del mundo andino la hoja de coca, además de algo identificatorio, es la panacea contra todo, no solo contra la fatiga o el sueño, que lo es, y ligeramente relajante, sino que tiene propiedades estomacales, circulatorias, sexuales, anti cancerígenas, antitusígenas, sirve para dolores dentales y la inflamación de las articulaciones, la hipertensión y la diabetes.
No hay consumidor que aporte datos negativos
Los jampiris, esto es los médicos andinos (incluidos en el organigrama sanitario nacional), la utilizan en emplastos y para enfermedades del alma en ensalmos que solo podemos llamar mágicos.
No hay mercado en el que no se venda, ofrecida en grandes catos de plástico de colores vivos o a rayas. Alrededor de los catos flota un olor acre, muy característico, que se pega a la ropa y a la piel, y nunca faltan los cigarritos, la lejía y el alcohol puro que lleva una etiqueta que dice “potable”. Esos puestos suelen estar junto a las chiflerías, los comercios donde se vende todo lo necesario para las ofrendas (mesas) a la Pachamama.
Los compradores son hombres y mujeres de todas clases. No es un consumo reducido al campo o a trabajos en extremo duros, como el de los mineros. La consumen los estudiantes y los profesionales liberales, los obreros y los ancianos.
Está rodeada de prejuicios, alguno de ellos raciales –se identifica su consumo con el desprecio al indio desde muy antiguo: Bolivia no es en absoluto un pueblo de vagos que mascan coca, sino un país donde se trabaja duro-, y varios países, secundando a Estados Unidos, persiguen su prohibición y la erradicación de su cultivo, cosa que por el momento se ve más que dudosa, en la medida en que el cultivo de la coca es programático en la política de EvoMorales. Lo que no quita una realidad lacerante y políticamente muy peligrosa: el narcotráfico en la América andina es algo más que una leyenda y se ha convertido en una lacra de difícil control.
Lo normal es oír hablar de la coca como sustituto de la comida, pero eso no es así o no del todo. Reduce la fatiga, cierto, y tiene propiedades ligeramente estimulantes y relajantes, pero no quita el apetito ni puede sustituir una dieta.
El mascar coca es uno de los ritos andinos de más honda raigambre y en muchos trabajos –agrícolas y mineros- está rodeado de ritos complejos.
El mascar coca es uno de los ritos andinos de más honda raigambre y en muchos trabajos –agrícolas y mineros- está rodeado de ritos complejos.
Algunos chapuceros cronistas de Indias hablan de su uso desde el siglo XVI. Joseph Hipólito Unanue publicó en 1794, en el Mercurio de Lima, un informe muy detallado sobre su cultivo, uso y consumo; eso al margen de las noticias que daRuiz.
El consumo de la hoja de coca recibe el nombre de acullico oacullicar y no se trata tanto de masticarla, como de formar con sus hojas, quitándoles el peciolo y el nervio principal, un bolo en la boca (el pijchu, pichto o pijto), que se coloca entre la encía y la mejilla, que macera con la saliva y que con la ayuda de la lejía o del bicarbonato de sosa, que modifica el Phácido de la saliva, liberaría algunos de sus principios activos, como la ecgomina y por supuesto la cocaína, algo que a estas alturas resulta innegable. La hoja de coca no es el equivalente al clorhidrato de cocaína, pero contiene ese alcaloide. La absorción, en grado mínimo, de esos principios activos parece que no es tanto por la deglución como a través de las mucosas.
Lo que en castellano se llama lejía y en quechua llipt’a ollujt’a, es una ceniza de planta de quinua molida con camote o patata. Por lo visto, hay consumidores que la mezclan con una corteza amazónica molida de efectos fulminantes, cuyo nombre no he conseguido. Puede ser dulce (Yungas) o amarga (Chapare), pero se suele escupir el pichto cuando resulta muy amargo.
El precio del saquito de plástico verde, que sustituye a lach’uspa (ese bolsa de tejido andino que se lleva colgado del cuello), estaba esta mañana en el mercado entre tres y cinco bolivianos (el euro está a nueve bolivianos) dependiendo de la cantidad, pero en el precio también influye el origen y el lugar de la compra. La más fina es la que venden en los mercados de La Paz, proveniente de la región subtropical de Yungas y la más basta, por dura y de hoja grande, la que proviene de la región cocalera del Chapare, y es la más relacionada con el narcotráfico porque es la que sirve para la elaboración de la pasta base.
El consumo de la hoja de coca recibe el nombre de acullico oacullicar y no se trata tanto de masticarla, como de formar con sus hojas, quitándoles el peciolo y el nervio principal, un bolo en la boca (el pijchu, pichto o pijto), que se coloca entre la encía y la mejilla, que macera con la saliva y que con la ayuda de la lejía o del bicarbonato de sosa, que modifica el Phácido de la saliva, liberaría algunos de sus principios activos, como la ecgomina y por supuesto la cocaína, algo que a estas alturas resulta innegable. La hoja de coca no es el equivalente al clorhidrato de cocaína, pero contiene ese alcaloide. La absorción, en grado mínimo, de esos principios activos parece que no es tanto por la deglución como a través de las mucosas.
Lo que en castellano se llama lejía y en quechua llipt’a ollujt’a, es una ceniza de planta de quinua molida con camote o patata. Por lo visto, hay consumidores que la mezclan con una corteza amazónica molida de efectos fulminantes, cuyo nombre no he conseguido. Puede ser dulce (Yungas) o amarga (Chapare), pero se suele escupir el pichto cuando resulta muy amargo.
El precio del saquito de plástico verde, que sustituye a lach’uspa (ese bolsa de tejido andino que se lleva colgado del cuello), estaba esta mañana en el mercado entre tres y cinco bolivianos (el euro está a nueve bolivianos) dependiendo de la cantidad, pero en el precio también influye el origen y el lugar de la compra. La más fina es la que venden en los mercados de La Paz, proveniente de la región subtropical de Yungas y la más basta, por dura y de hoja grande, la que proviene de la región cocalera del Chapare, y es la más relacionada con el narcotráfico porque es la que sirve para la elaboración de la pasta base.
OTRA COSA es el uso que de la hoja de coca hacen losyatiris, algo más que meros adivinos andinos, que se pueden encontrar en varias calles del centro de La Paz y en una “barriada” de La Ceja, en la población de El Alto, y en casi todos los mercados de Bolivia, cerca de las chifleras. Arturo Borda pintó un cuadro, El Yatiri, que es un clásico y un icono de ese rito.
Los yatiris suelen estar sentados en las aceras, en algún rincón o al paso, con una mesita o un aguayo en el suelo. Sus instrumentos de trabajo son una campanilla metálica y un crucifijo, y a veces una botellita de alcohol para las challas rituales.
Después de cobrar el precio de la consulta, tiran las hojas que se han escogido, siempre de diferente tamaño, encima delaguayo y dependiendo de cómo son, si tienen o no picaduras, manchas, o de cómo caen, se hace la lectura. Hace un año,Pavel Paredes, mi guía en El Alto, me explicó algunos rudimentos de esa lectura, pero eran eso, rudimentos: si salía del lado claro era bueno y si salía del verde oscuro malo, pero para otros es al revés. Todo depende de las interpretaciones más o menos imaginativas que se le dé.
Al margen de las discusiones políticas y de las sanitarias que apoyan a las primeras, resulta poco menos que imposible comprender el mundo andino sin acercarse a ese aspecto de su cultura. No hay antropólogo que lo desdeñe. Los tiempos de la burla van quedando atrás.
Aurelio Díaz, Hoja, pasta, polvo y roca. El consumo de los derivados de la coca, Barcelona, Publicacions d'Antropologia Cultural, Universitat Autònoma de Barcelona, 1998.
Joseph Hipólito Unanue, Disertación sobre el aspecto, cultivo, comercio y virtudes de la famosa planta del Perú nombrada Coca.
Original Post 23 Abril 2009 desde Vivir DE Buena Gana
Después de cobrar el precio de la consulta, tiran las hojas que se han escogido, siempre de diferente tamaño, encima delaguayo y dependiendo de cómo son, si tienen o no picaduras, manchas, o de cómo caen, se hace la lectura. Hace un año,Pavel Paredes, mi guía en El Alto, me explicó algunos rudimentos de esa lectura, pero eran eso, rudimentos: si salía del lado claro era bueno y si salía del verde oscuro malo, pero para otros es al revés. Todo depende de las interpretaciones más o menos imaginativas que se le dé.
Al margen de las discusiones políticas y de las sanitarias que apoyan a las primeras, resulta poco menos que imposible comprender el mundo andino sin acercarse a ese aspecto de su cultura. No hay antropólogo que lo desdeñe. Los tiempos de la burla van quedando atrás.
Aurelio Díaz, Hoja, pasta, polvo y roca. El consumo de los derivados de la coca, Barcelona, Publicacions d'Antropologia Cultural, Universitat Autònoma de Barcelona, 1998.
Joseph Hipólito Unanue, Disertación sobre el aspecto, cultivo, comercio y virtudes de la famosa planta del Perú nombrada Coca.
Original Post 23 Abril 2009 desde Vivir DE Buena Gana